
Una de las opciones más agradables en Córdoba para tomar el sol en invierno o buscar el fresco en las noches veraniegas es pasear a orillas del Guadalquivir y lo hago cada vez que voy.
Al ser un recorrido circular se puede empezar por cualquier sitio pero un buen comienzo puede ser el Puente Nuevo, ese que si bien lo fue durante cuarenta años hace ya más treinta que perdió esa cualidad, por lo que debería referirme a él como Puente de San Rafael, pero como a muchos cordobeses me cuesta cambiarle el nombre a algo y como muestra ahí está la conocida como calle de la Feria, que desde 1868 se llama de San Fernando.

Caminando por la Avda. de Fray Albino la vista se recrea en los Sotos de la Albolafia, el singular ecosistema que se ha ido configurando aguas abajo de la azuda de Culeb a partir de unas primeras isletas formadas por colmatación, que rápidamente crecieron y se fijaron definitivamente al ser colonizadas por una vegetación que el habitual escaso caudal del río fue incapaz de controlar de forma natural.

La mejora ambiental de los márgenes facilitó la reaparición de especies riparias y el aumento de la biodiversidad en este tramo urbano con nuevas especies de vegetales y sobre todo de aves que van cambiando según la estación, habiéndose observado hasta ciento veinte especies, algunas tan raras como el morito, la garcilla cangrejera o el águila pescadora y otras más comunes
como el cormorán grande que en invierno llega desde Centroeuropa y convive con la garza real o la gaviota sombría. Sin duda un paraíso para los ornitólogos que organizan jornadas de captura, censado y anillado de estas aves.



También anfibios, reptiles, peces e incluso mamíferos como la nutria forman parte de la fauna de estas veintiuna hectáreas situadas entre el Puente Romano y el de San Rafael, declaradas Monumento Natural el 2 de octubre de 2001, en las que durante años la vegetación creció sin control hasta que en 2014 fue deforestada de forma brutal, dejando sin vivienda a muchos de sus habituales moradores.

Abandonada de nuevo desde entonces, la vegetación no sólo se ha recuperado sino que ha llegado a tal frondosidad que hay quien lo considera el lugar ideal para echar un día de campo…

pero lo cierto es que ya ni siquiera se ven los molinos y hasta dificulta la vista del Puente Romano y la Mezquita desde la margen izquierda.



La citada avenida de Fray Albino se extiende hasta La Calahorra, en cuya proximidad los autocares dejan a los turistas que se extasían mientras capturan con sus cámaras la archiconocida imagen del Puente y la Mezquita, la misma que yo he captado decenas de veces, siempre igual en sus seculares elementos pero siempre distinta según la hora y el caudal del río, que puede oscilar entre la sequía total y la inminente inundación, mucho más habitual lo primero que lo segundo.


Allí mismo, en la margen izquierda se ubica el Molino de San Antonio, de época medieval y una sola planta hasta que en 1915 se construyó el piso superior. Estuvo en uso hasta mediados del siglo XX y posteriormente se utilizó como carpintería de ribera donde se construían barcas como las que hubo para cruzar el río desde el embarcadero de La Ribera.

Abandonado desde principios de los setenta estaba en ruina casi total cuando fue restaurado en 2007, dentro del proyecto de restauración del Puente Romano y entorno de la Calahorra y abierto al público, hasta que las crecidas de 2010 volvieron a llenar su interior de arena. Tras algún tiempo cerrado fue reabierto como Centro de Interpretación de Los Sotos de la Albolafia, con paneles explicativos del origen, evolución y fauna presente en los mismos ubicados en su planta alta.



Al pie de la Calahorra se trasladó desde el Palacio de Orive la escultura «Jonás», el banco pez, donada por Luis Celorio en 2003, pero tuvo que ser retirada ante las protestas generadas porque impedía la celebración de los actos culturales, como conciertos, que se venían realizando en aquel espacio. Tras bastante tiempo «perdida» y ante la denuncia del autor y el propósito de recuperarla «reapareció» en la parte superior del paseo al otro lado del puente.



Por una pasarela construida bajo el último ojo del puente se puede acceder directamente a la remodelada orilla sur, recuperada para disfrute y esparcimiento tras demoler el antiestético muro construido en la década de los sesenta para proteger de las avenidas, función que ahora cumplen una serie de terrazas escalonadas y ajardinadas que se extienden desde el Puente Romano hasta la curva del meandro frente al Molino de Martos.


Paradójicamente desde lo que debería ser un lugar privilegiado para contemplar el río y la Mezquita ya no se ve ni lo uno no lo otro, por mor de una vegetación que, como en Los Sotos, ha crecido incontrolada formando un espléndido bosque de ribera que está muy bien y es muy natural, pero el Guadalquivir tiene 657 kilómetros y no sería muy grave, pienso yo, si se eliminara en ese kilómetro.

Aguas arriba del Puente de Miraflores, bajo el que se obtuvo la vista anterior, se encuentra el que antaño fue lugar de cruce en barca desde el Paseo de la Ribera, que evitaba a los vecinos del Campo de la Verdad Viejo tener que dar la vuelta por el Puente Romano.

A partir de aquí dejamos la orilla y subimos al Parque de Miraflores inaugurado en 2003, desde el que se contempla hacia un lado la imagen de la Mezquita y en dirección opuesta «El Salam», la escultura de Agustín Ibarrola, con el fondo del Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, el C3A.


Bordeando el C3A cruzamos el río por el Puente del Arenal, magnífica vía de entrada a la feria cordobesa a finales de mayo…

y disfrutamos de la imagen de una Córdoba decimonónica, con el telón de fondo de su preciosa sierra y el río en primer plano, si la arboleda lo permite.

Este lugar, punto medio del recorrido, es ideal para tomar el sol en invierno o el fresco en verano al pie del viejo DC-7, colocado en 2011 a modo de monumento para publicitar la que fue injustamente perdida capitalidad de la cultura europea de 2016.


Reanudada la marcha pasamos por el Molino de Martos, ahora alejado del río pero rodeado de una charca de agua estancada y en ocasiones pestilente, alimentada según parece por el escaso caudal proveniente del venero de Santo Domingo de Silos, situado bajo la iglesia de La Compañía, que desagua aquí tras dar vida a la fuente del claustro de San Francisco.

Este molino construido como aceña en el siglo XII y reconvertido en molino de regolfo a mediados del XVI llegó a albergar diez piedras harineras y tres batanes. En 2004 fue restaurado y en 2006 se inauguró como Museo del Agua permitiendo conocer la estructura interna con su gran nave de molienda, antes de que fuese cerrado al público, aunque parece que previa cita puede ser visitado por grupos.

A partir de aquí el paseo continúa a lo largo del «Murallón», cuya construcción duró tanto que se convirtió en medida de tiempo de todo lo que se demora. Lo primero que encontramos en él es el antiguo embarcadero, que poco a poco ha ido quedando también lejos del agua pese al intento en 2014 de acercar el rio hasta él. Es una pena que no se le haya devuelto su primitiva función como punto de acceso a un paseo en barca por el Guadalquivir.



Lejos queda ya el tiempo en que esta era la carretera de Madrid con un tráfico infernal y permanente atasco. Ahora se parece más a aquel primitivo Paseo de la Ribera, del que el Diario de Córdoba publicaba en los veranos de 1859 y 1860:
«Extraordinaria fue la concurrencia que acudió anteanoche al paseo de la Ribera; efectivamente hubo momentos en que no se podía dar un paso…» (27/7/1859)
«Durante la estación de verano queda prohibido el transito de carruajes de todas clases y caballerías de silla o carga en el trayecto del Molino de Martos hasta el sitio nombrado Cruz del Rastro en las horas de cuatro de la tarde a once de la noche…» (11/7/1860)
A tenor de lo visto esta claro que aquella prohibición no sigue vigente.

A todo lo largo y especialmente en el tramo entre el Puente de Miraflores y el Puente Romano se han abierto gran cantidad de restaurantes y bares de copas, entre los que destaca por su ubicación el ubicado en la parte superior del edificio de aparcamientos que hace esquina con la Cruz del Rastro, desde donde se tiene una preciosa vista del rio…


algo ya casi imposible a nivel de calle porque los árboles han superado ya los siete metros de altura de la muralla y está zona se ha convertido en unos nuevos sotos, a los que se ha trasladado gran parte de la avifauna de La Albolafia tras la deforestación realizada en 2014.

Frente al citado bar se colocó el 8 de enero de 2007 una figura flotante conocida como «Hombre Rio», copia de la que los escultores Rafael Cornejo y Francisco Marcos habían colocado subrepticiamente en abril del año anterior, que sólo duró una semana pero despertó la curiosidad de los cordobeses y la polémica entre administraciones sobre si debían dejarla o retirarla. El 22 de noviembre una crecida se llevó al «Hombre Río» y aunque fue recuperado con intención de reintegrarlo a su lugar nunca más se supo de él. Cinco años más tarde una nueva figura, también de efímera existencia, apareció en el mismo entorno.


En este paseo también ha lugar para la cultura y es recomendable hacer un alto en la Librería Anticuaria El Laberinto, aunque sólo sea para ojear y hojear antiguos ejemplares sobre los temas más dispares o charlar un rato con sus amables propietarios.


Llegados a la Puerta del Puente, los que llevamos años realizando este paseo aún recordamos a Klara, la chica eslovena que de paso por nuestra ciudad probó a tocar su violín en este lugar y decidió quedarse, para asombro de turistas y deleite de muchos cordobeses que acudíamos a escuchar su música en este incomparable marco, pero hace mucho que la envidia de otros músicos callejeros provocó que el Ayuntamiento le impusiera unas condiciones inasumibles y se marchó a Nerja.

En este punto la disyuntiva es si volver por el Puente Romano o seguir adelante, si es noche avanzada mejor por el puente, en caso contrario seguir por la Avda. del Alcázar contemplando al paso el viejo Molino de la Albolafia, tantas veces modificado y reconstruido desde que Isabel la Católica mandó desmontar su noria porque le molestaba el ruido…

y las que fueron murallas del Alcázar de los Reyes Cristianos, del que hoy aparecen separadas por la construcción de esta avenida en los años cincuenta para dar salida a la N-IV por el Puente Nuevo, que entonces si lo era.

Cruzamos el puente contemplando como el río sigue hacia Sevilla, entre unos márgenes en los que no hubo reparo en eliminar una frondosa arboleda en virtud de un malhadado proyecto urbanístico, de la que mantuvieron apenas una docena de árboles para el disparatado proyecto de «la isla de las estatuas». La isla duró lo que tardó en llegar la primera crecida, las estatuas se perdieron «en la jungla» y aquella hermosa lámina de agua son hoy estrechos brazos que serpentean entre islotes de cantos rodados.


De nuevo en el punto de partida, con la bella estampa del un atardecer otoñal en el parque que allí existe, damos por concluido este paseo de unos cinco kilómetros por una de las partes más bonitas e históricas de Córdoba.

Si supo a poco o se desea sea algo más rústico y menos urbano, existe la posibilidad de alargarlo o alternarlo, antes de cruzar el puente hay un senderismo que comienza al pie del mismo y sigue la margen derecha.

En su inicio pasa bajo el acceso al Molino de la Alegría y ofrece una vista distinta del mismo, cada vez más reducida por el motivo sobradamente expuesto.


En su mayor parte el camino discurre entre un frondoso bosque de ribera que en invierno permite tomar el sol y en verano provee de una agradable sombra.


Sin dejar la orilla, bordea el Jardín Botánico, pasa bajo el Puente de Andalucía, junto a la linde de una bonita hacienda con tierras de labor…


y llega hasta el Molino de Casillas, de origen medieval que llegó a tener nueve piedras.

En 1895 fue adquirido por la empresa Electricidad de Casillas y lo reconvirtió en central hidroeléctrica para abastecer el alumbrado de la ciudad. Estuvo funcionando hasta 1950.

Muy próximo al molino se inició en 2010 la construcción de un nuevo puente para la autovía de acceso al aeropuerto desde la parte superior de la Cuesta de los Visos. Durante los trabajos se produjo la mayor crecida del rio en lo que llevamos de siglo.

El nuevo puente, cuyos arcos con flecha de algo más de treinta y cuatro metros recuerdan la imagen de un par de alas, fue nominado como Abbás Ibn Firnás, en homenaje al ingeniero, científico y humanista del siglo IX que consiguió volar unos segundos lanzándose desde la torre de la Rusafa con un ingenio con alas de seda y plumas y acabó con las piernas rotas, pese a lo cual se consideró un éxito y es reconocido como padre de la aeronáutica.

La vuelta por el mismo camino eleva hasta los doce kilómetros de la anterior ruta urbana o es un nuevo paseo de unos siete, que también podría haberse hecho por la margen izquierda, pero habría que caminar por el polígono Amargacena y no se tendría acceso al molino, sólo mejoraría la vista de la azuda que fue modificada y recrecida cuando se construyó el puente.

*Las imágenes que ilustran esta entrada fueron obtenidas en multiples paseos realizados entre 2004 y 2021, siendo el del Molino de Casillas el 13 de abril de 2019.