
La costa onubense, la Costa de la Luz, es sobradamente conocida por los amantes de sol y playa, especialmente los enclaves como Isla Cristina, La Antilla, Punta Umbría o Matalascañas, pero yo soy de secano y la playa sólo me gusta para pasear en invierno, por lo que esta costa me era prácticamente desconocida. Este es el relato de dos excursiones para conocerla a fondo.
De la frontera portuguesa a Punta Umbría
Muy lejos de su nacimiento en las castellano-manchegas Lagunas de Ruidera y después de haberse internado en Portugal, el Guadiana vuelve a acercarse a España para marcar el límite natural entre los dos países ibéricos a lo largo de sus últimos cincuenta kilómetros.

Hasta el 15 de junio de 1965 navegaron por él hasta el Puerto de la Laja los buques que cargaban el mineral que un pequeño ferrocarril de vía estrecha acarreaba desde Minas de la Herrería, pero cuando por falta de dragado disminuyó el calado en la barra de Ayamonte la compañía cerró y desmanteló la línea y envió el mineral en camiones hasta el puerto de Huelva. Hoy apenas se conservan las ruinas del cargadero y diecisiete kilómetros de aquel ferrocarril reconvertidos en la Vía Verde del Guadiana.


Desde entonces, los únicos barcos que recorren sus aguas son los pequeños cruceros turísticos que visitan la villa portuguesa de Alcoutim…

o las embarcaciones de recreo que fondean en la española Sanlúcar de Guadiana…

poblaciones situadas una frente a la otra, antaño no muy amigas a juzgar por los castillos que aún se conservan en ambas, de los que el español debió tener ventaja por su elevada posición y que ahora es punto de partida de una tirolina transfronteriza que sobrevuela el Guadiana y en un minuto permite pasar de España a Portugal.

Casi en la desembocadura otras dos poblaciones se enfrentan geográficamente, Ayamonte y Vila Real de San Antonio, que hasta la inauguración en 1991 del Puente Internacional del Guadiana no estuvieron unidas directamente por carretera.

Hubo quien pensó que aquello seria el fin de los ferrys, hasta entonces el único medio de comunicación entre ambas orillas, pero no fue así y hoy continúan realizando su función con notable utilización, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que por menos de dos euros en apenas doce minutos estás «en el extranjero» mientras que por el puente son quince kilómetros y no menos de veinte minutos.

Merece la pena realizar la travesía y situado en la popa ver como va quedando atrás no sólo Ayamonte sino España, mientras te viene a la memoria la canción de Juanito Valderrama que decía aquello de «Adios mi España querida…»

Entre la desembocadura del Guadiana y la del Guadalquivir se extiende la costa onubense, baja y arenosa pero con elementos muy peculiares y el primero de ellos son las marismas del Guadiana y el Carreras, también llamadas marismas de Isla Cristina, un ecosistema propicio para el asentamiento humano…

que históricamente ha sabido aprovechar sus características geográficas para la extracción de la sal utilizada en la tradicional salazón de pescados o la construcción de molinos mareales como el del Pintado, cercano a Ayamonte, restaurado y convertido en ecomuseo, en el que sorprende ver como la marea, algo que al menos yo siempre consideré una mera y subida y bajada de nivel, genera en sus seis canales corrientes capaces de mover sus piedras molineras…


Tras el terremoto de Lisboa de 1755 y el maremoto que modificó la morfología de esta costa, artesanos levantinos y catalanes, dedicados a la pesca y salazón de la sardina y el atún que luego comercializaban en la zona mediterránea, se establecieron de forma permanente en la desembocadura del río Carreras y dieron origen a la fundación de La Higuerita, nombre con el que aún también se la conoce pese a que en 1834 se cambió por el actual de Isla Cristina, en honor a la reina regente por los favores recibidos durante la epidemia de cólera.

Paseando por su casco antiguo pueden verse edificios singulares antaño pertenecientes a la burguesía conservera, como el antiguo Círculo Mercantil e Industrial, la Casa Gildita, en el Paseo de las Flores, reconstruido según la estructura del edificio original de 1931 y demolido en 1989, cuyo piso de cristal permitía ver lo que ocurría en el piso bajo desde la primera planta.

En el mismo paseo, casi anexa, la Casa Roselló o de Don Justo, con fachada de azulejos obra de Aníbal González y no muy lejos la Corrala de San Francisco con su fachada blasonada de símbolos supuestamente masones, creencia sustentada en que uno de sus locales albergó durante algún tiempo la logia masónica, aunque hay estudiosos que aseguran que son solo símbolos profesionales y decorativos, lo que explicaría que no fuesen destruidos durante el franquismo.


Frente a la Isla del Moral, ya en la parte nueva, su moderno faro guía cada noche a los barcos de la numerosa flota pesquera con base en este puerto de la desembocadura del Carreras y a otros muchos de Ayamonte e incluso del Algarve portugués.

Son arrastreros que capturan gambas, cigalas, langostinos o lenguados; de cerco que pescan sardinas, boquerones o caballas y otros de artes menores aplicados a la obtención de chirlas, coquinas, navajas o almejas…

que descargan y subastan en esta lonja, la primera de Andalucía por subastas de pescado fresco y la segunda por tonelaje después de Cádiz y abastecen a las industrias conserveras de la zona, cuya tradición se remonta a época anterior a la fundación de La Higuerita según vestigios romanos encontrados.

En 1892 se estableció la primera fábrica de conservas en lata que en un alarde de imaginación llamaron «La Primera» y en 1919 ya existían doce fábricas de conservas y treinta y tres de salazones, de las que hoy apenas quedan algunas que han sido desplazadas de los muelles pesqueros hasta un polígono industrial próximo, aunque aún se conservan algunos de sus edificios, como el de la fábrica Mirabent que ha sido convertido en el Centro de Innovación y Tecnología Garum.

El aprovechamiento turístico de la zona comienza donde acaban las marismas. Por la carretera que une Isla Cristina con La Antilla, en cuyo margen se han establecido grandes campings, se tiene fácil acceso a estas playas casi vírgenes de fina arena que el viento de levante no castiga tanto como en Cádiz y separado se ellas por una pequeña duna protegida, a un bosque de pinos con áreas de recreo donde resguardarse del sol entre baño y baño.


Más adelante se llega a importantes núcleos residenciales entre los que destaca Islantilla, una mancomunidad formada por los municipios de Isla Cristina y Lepe que es todo un referente turístico en la costa onubense por la cantidad de hoteles y servicios que ofrece.

Curiosamente, entre estos lujosos hoteles y zonas residenciales subsiste el poblado de pescadores que le dio origen, La Antilla, con sus pequeñas barcas varadas en la playa con ayuda de unos viejos tractores y sus viviendas entregadas un 18 de julio, según reza el mosaico de azulejos que lo conmemora en uno de sus extremos.

A partir de La Antilla otro elemento singular impide continuar por la costa, las marismas del río Piedras y la Flecha de El Rompido, hay que irse hacia el interior, hacia Lepe y Cartaya para bordearlas y posteriormente descender de nuevo hasta El Rompido, donde se puede disfrutar de una preciosa puesta de sol desde las terrazas de los bares de su centro comercial y…

pasear por el pantalán de su puerto deportivo, donde el yate «Forever» evocaba películas de Humphrey Bogart…

y desde el que una magnífica vista inversa permite contemplar sus dos faros, el más moderno activo desde 1975 y el decimonónico ya en desuso pero que afortunadamente se conserva e incluso parece ser que previa petición puede ser visitado…

al pie de los cuales un viejo LARC-5, de los utilizados por los americanos en la guerra de Vietnam y los argentinos en la de las Malvinas, convenientemente reconvertido parecía estar dedicado a funciones mucho más agradables, aunque desconozco si aún sigue allí

Una característica que confiere singularidad al estuario del río Piedras es que rebasada la zona de marismas el río corre paralelo a la costa a lo largo de más de diez kilómetros, separado del Atlántico por una flecha litoral arenosa que se originó a principios del siglo XIX, cuando el oleaje y las corrientes propiciaron la unión de varias islas-barrera que hasta entonces habían estado separadas por caños.

No obstante, con ocasión de grandes crecidas las fuertes corrientes del río conseguían abrir de nuevo aquella barra arenosa creando temporalmente los «rompidos» que hoy le dan nombre. Actualmente con su caudal regulado eso ya no es posible, pero sí que el aporte de materiales del propio río y el flujo de las mareas y el oleaje esté haciendo crecer cada año la longitud de la flecha en más de cuarenta metros, dificultando cada vez más la entrada de las embarcaciones.

El acceso a esta zona, en la que se delimitaron unos kilómetros como playa nudista, se puede realizar a pie desde Islantilla o cruzando el canal en alguno de los «ferrys» que lo hacen desde varios puntos, principalmente desde la zona de Nuevo Portil, donde un par de miradores a pie de carretera permiten disfrutar de una otra buena vista panorámica.

Tras atravesar el núcleo urbano de El Portil, construido frente al extremo de la Flecha de El Rompido y junto a la laguna del mismo nombre, alimentada por dos arroyos que vieron cortado su camino al mar y rodeada por un sendero muy adecuado para quemar las calorías obtenidas en alguno de sus muchos restaurantes o chiringuitos…

finalmente se llega a Punta Umbría cuyo turismo de playa se remonta a 1880, cuando Guillermo Sundheim dijo «que sería un excelente sanatorio para el staff de la minas de Riotinto y la playa sería ideal para gente que se estuviese recuperando de la malaria y supondría para los directivos un agradable cambio teniendo en cuenta el aire sulfuroso de las minas». Un edificio construido a semejanza de aquellas casas de los ingleses alberga un museo sobre la estancia y modo de vida de los ingleses en Punta Umbría.

Y en este punto nuevamente las marismas obligan a ir hacia el interior, en este caso son las del Odiel, catalogadas como Parque Natural y en parte Reserva de la Biosfera por la Unesco.

Situadas en la confluencia de los ríos Odiel y Tinto, la carretera del Dique de Contención de Arenas Juan Carlos I, que arranca en la rotonda anterior a los puentes de acceso a Huelva viniendo desde Punta Umbría, permite el acceso en primer lugar a la Isla Bacuta en la que se encuentra el Centro de Visitantes Anastasio Senra que permite conocer a fondo este entorno y desde su mirador…

otear las cercanas salinas o el viejo, y ahora parece que en vías de restauración, Muelle del Tharsis que fue cargadero del mineral de esas milenarias minas hasta que el 1 de enero de 2000 se clausuró el ferrocarril.


Uno delos principales enclaves es la Isla de Enmedio, declarada Reserva Natural por albergar una de las mayores colonias de cría europea de espátulas, una especie en peligro de extinción…


sorprendentemente a solo unos cientos de metros del Polo Químico de Huelva.

Continuando por la carretera se llega a la Isla Saltés, un lugar lleno de historia donde algunos historiadores creen que estuvo la mítica Tartessos, en los siglos X y XI se sitúa la ciudad de Salthish cuyos moradores se dedicaban al comercio del metal, en 1381 fue escenario de la batalla en la que la escuadra de Fernando Sánchez de Tovar venció al bando portugués durante la tercera guerra fernandina y entre 1937 y 1939 fue campo de prisioneros, que sobrevivieron gracias a la ayuda que clandestinamente les prestaban los habitantes de la cercana Punta Umbría.

y en esta isla hoy deshabitada y paraíso ornitológico entre Huelva y Punta Umbría damos por concluida esta primera excursión para conocer la costa onubense.